miércoles, 20 de mayo de 2015

Uno de los legados de Luis Seco de Lucena Paredes, sus artículos 



De cierta manera el hijo mayor de Luis Seco de Lucena, Luis,  recoge el testigo del trabajo de su padre amplificando y profundizándolo sobre manera, sumergiéndose en el estudio de la lengua árabe y de innumerables traducciones de manuscritos de la época nazarí.

Sin embargo no sólo en este aspecto se parece a su padre, ya que incansablemente va a denunciar en numerosos artículos los estragos,de lo que ya llamaba en los años  el periodista Seco de Lucena, la piqueta demoledora en la ciudad artística de Granada.

Les propongo una serie de cinco artículos publicados en 1969 por Luis Seco de Lucena Paredes con el expresivo título "El paisaje granadino y los espacios verdes". Pero antes de empezar les dejo como introducción el que escribió con el corazón en la mano en 1968 haciendo referencia  a la desaparición en 1967 de una de las torres de Bab al Tawwabin y de un baño árabe hasta entonces milagrosamente conservado en la calle Moral Alta del Realejo, que de los que por cierto, actualmente, se pueden apreciar sus restos al estar paralizada la obra proyectada. No duden en venir a echar una mirada a nuestro pasado antes de que levanten lo proyectado.



LA PIQUETA DEMOLEDORA NO SE DETIENE (5 de febrero de 1968)



Sr. D. Santiago Lozano, director de IDEAL.

Mi querido amigo:

En la carta abierta que dirigí al señor director general de Bellas Artes, señalando el peligro que, para los cármenes granadinos alienta en el proyecto de ley sobre fiscalización del suelo, me refería a la demolición de casas solariegas y caserones típicos que, en estos últimos años, se viene realizando en nuestra ciudad,con propósito de aprovechar el solar para la construcción de inmuebles utilitarios, cuyo volumen y aspecto exterior están en desacuerdo con las normas a que se debieran sujetarse los edificios de nueva construcción, si es que queremos que Granada no pierda su peculiar carácter de ciudad artística y pintoresca.

Aquí la piqueta demoledora no se detiene en los umbrales del siglo XVI, ni los monumentos de la cristiandad constituyen su único objetivo. Retrocede en el tiempo y ataca, con la misma saña, a los vestigios de la civilización islámica, vestigios de los que únicamente puede vanagloriarse España, y en particular, Granada, entre todas las naciones del occidente europeo. Así, en el pasado año 1967, con casas solariegas y caserones típicos, cayeron también en nuestra ciudad dos monumentos árabes: una de las torres que flanqueaban Bab al-Tawwabín, la puerta que daba acceso al barrio de los Ladrilleros, y un baño milagrosamente conservado hasta entonces, en la calle Moral Alta de Santo Domingo.

El torreón , con tres cuerpos de alzada cubiertos por bóveda de medio cañón, se mantenía oculto entre los muros del castillo de Bibataubín y un edificio del siglo pasado, construido con pretensiones de palacete árabe, en la plaza de Mariana Pineda. No hemos podido conocer el aspecto exterior de esta torre porque cuando, en el pasado verano, al derribar la casa que la ocultaba, quedó al descubierto, los albañiles se dieron buena maña y trabajando esforzadamente la derribaron antes que los delegados de Bellas Artes y de Cultura del Municipio que, avisados del descubrimiento, acudieron a evitar el daño, pudieran impedirlo. Además del valor artístico, como ejemplar de arquitectura árabe castrense de comienzos del siglo XVI, revestía la torre, poseía alto valor histórico. Pocos antes de que los Reyes Católicos conquistasen  Granada, el gran capitán Gonzalo Fernández de Córdoba realizó allí una gloriosa y arriesgada hazaña, al prender fuego a la puerta flaqueada por la torre.

Casi nadie conocía el más importante baño del arrabal de los Alfareros. Encontré su cita casualmente, al estudiar unos documentos arabigogranadinos que se conservan en el archivo del convento de la Madre de Dios que cuidan las señoras Comendadoras de Santiago. Figura en el contrato de compraventa del carmen de dicho convento, que en 1493, en nombre de los Reyes Católicos convino el primer corregidor de Granada, don Andrés Calderón, el cual lo adquirió de quienes entonces lo poseían, unos nobles musulmanes granadinos a los que había enajenado la princesa Fátima, nieta del sultán Muhammad IX Al-Aysar. El baño o hammam aparecía en la linde meridional del carmen, y como tal linde corresponde a la calle del Moral, no me resultó demasiado difícil localizarlo. Esta calle del Moral se denomina "del Baño" en el siglo XVI, en razón de que el hammam existente en ella era el más importante del arrabal de los Alfareros. Y vaya de paso que, como casi todos los cármenes situados en esta arrabal eran patrimonio de la corona nazarí, los españoles dimos a este barrio el nombre de Realejo.

Cuando a fines del último de septiembre, terminadas mis vacaciones , regresé a Granada y pasé por la calle Santiago, en cuyo cruce con la calle del Moral estaba situado el baño, quedé dolorosamente sorprendido al contemplar lo que habían derribado. Lo lamenté como granadino; y acaso también, porque hube de dedicar unas horas de mi labor investigadora al estudio de este hammam. Publiqué la fotografía de una de sus naves, cubierta con bóveda con tragaluces y de la puerta, con arco de herradura, que le daba acceso, juntamente con su descripción, en la revista Al-Andalus. Al volumen IX, correspondiente al año 1944, páginas 130 y 131, remito el curioso lector. El baño cayó tan gloriosamente y lastimosamente, como unos meses antes había caído el torreón que flanqueaba Bibataubín, y ahora sólo queda su recuerdo y la fotografía de una de sus naves que, previsoramente, publiqué en la citada revista.

Cuando a mi vuelta de Italia, en la pasada primavera, fui interrogado por un periodista granadino, le expresé la profunda impresión que hubo de causarme el respecto que aquel país se siente por la reliquias del pasado, y la unánime resolución del pueblo italiano de mantener a toda costa el carácter monumental o pintoresco de sus ciudades. En Roma he visto numerosos edificios modernos con esquina en chaflán o hueco en su fachada, a manera de hornacina que arranca del suelo, hechos adrede para cobijar el basamento, o el trozo de fuste de columna clásica, mezquina reliquia arqueológico, que en aquel lugar, dentro del solar edificable, encontraron y supieron conservar amorosamente los nuevos constructores. En todo el circuito urbano el número de plantas de los modernos edificios a módulo normal de los que integran el conjunto. Los romanos saben que Roma, cuna de nuestra civilización, es ciudad monumental y artística y tiene esa conciencia ciudadana que yo echo de menos aquí y que les permite justipreciar los valores estéticos e históricos de la ciudad que habitan.

No es preciso ir tan lejos para llegar a la anterior conclusión, porque una visita a la vecina Córdoba, es suficiente para aprender cómo se deben cuidar las zonas artística o pintorescas  que dan tono e imprimen carácter a una ciudad de añeja solera histórica. En Córdoba se han abierto espléndidas avenidas bordeadas por modernos edificios de más de tres plantas; pero esas avenidas y esos edificios están apartados del casco de la ciudad antigua, no perjudican a su aspecto, ni dañan al paisaje. La vieja Córdoba permanece incólume y no hay quien se atreve, en zona artística o pintoresca, a demoler una casa solariega, ni a desmontar una portada, ni a suprimir uno de los famosos patios cordobeses. La Judería y el sector urbano de la mezquita son tabú ¡Guay de quien se atreva a tocarlos! Y como todos están de acuerdo, porque tienen esa conciencia ciudadana a que me vengo refiriendo, mantiene a ultranza el peculiar carácter de esos barrios.

¿Por qué no ocurre ésto en Granada? ¿ Por qué estamos destruyendo el valiosísimo legado artístico que hemos heredado de nuestros padres? ¿Por qué desdibujamos la silueta de la más bella ciudad del mundo? Sobre Córdoba y sobre otras muchas poblaciones, Granada posee valores estéticos que no sabemos apreciar. y uno de ellos, acaso el más precioso, es el del paisaje. El paisaje granadino es único en la tierra, por la amplitud de sus panoramas, lo variado de sus perspectivas y el maravilloso juego de luces y términos. En mis andanzas por esos mundos de Dios, no le he visto nada que le sea comparable, nada que le pueda igualar. El paisaje granadino es único en la tierra. ¿Por qué, también, estamos destrozando el paisaje? ¡Qué maravilla "era" el panorama de la ciudad, contemplándola desde el camino de Ronda, cuando no lo ocultaban antiestéticos rascacielos que ahora lo ocultan! ¡ Cómo estropea el espléndido paisaje de la Vega, visto desde los Mártires, ese horroroso barrio el Zaidín! El Albaicín, contemplado desde la Alhambra , evocaba a la moruna Fez, si nuestra imaginación sustituía por alminares las torres de sus iglesias. Hoy quiebran este soberbio paisaje, de ciudad oriental, construcciones de moderna y inadecuada estructura y los espacios verdes de sus cármenes, van desapareciendo lentamente arrebatando colorido y armonía a la peregrina estampa.

Hay que inculcar en los granadinos esa conciencia ciudadana que les capacita para justipreciar
los valores estéticos e históricos de la ciudad en que viven y que les permita discernir entre lo que se debe y lo que no se debe hacer, para que sobrepongan a la codicia y el afán de  lucro, los intereses, mucho más estimables, de la ciudad. Y si los granadinos no pueden o no quieren entenderlo, procede que las autoridades que velan por el prestigio de Granada, puestas de cara a la ciudad, lo impongan con todos los medios a su alcance. Si esta generación no lo agradece, las venideras les guardarán gratitud. Hay que impedir la destrucción de la Granada tradicional.

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