domingo, 31 de mayo de 2015

CON LA LEY EN LA MANO Luis Seco de Lucena explica y defiende cómo las leyes deberían usarse par combatir los abusos tanto públicos como privados. ¡Tomen buena nota! ¿Donde están los periódicos granadinos que deberían exclusivamente defender los intereses de Granada? ¿O, donde está la opinión pública que debería luchar por el interés general de Granada? ¡Menudas preguntas!

DEFENSA DE LA GRANADA ARTÍSTICA Y PINTORESCA

HAY LEYES SUFICIENTES PARA SU PORTECCIÓN (13/03/1968) Luis Seco de Lucena Paredes

Sr. D. Santiago Lozano

Director de IDEAL

Mi querido amigo:

La carta abierta que tuviste la bondad de publicar en tu diario y que escribí lamentando la continuada demolición de monumentos árabes y cristianos que, con gravísimo daño de su tesoro artístico, padece Granada en los últimos lustros y el acelerado destrozo que sufre su peregrino paisaje, con no menor perjuicio para su peculiar y pintoresco carácter, ha tenido la fortuna de interesar a la opinión pública, imprimir mayor impulso a la noble campaña que tenazmente, con más entusiasmo que eficacia, mantienen los periódicos granadinos en defensa de los altos valores espirituales de la ciudad, lograr que secunde esta campaña de la Prensa madrileña y, finalmente, conmover a las Reales Academias idóneas de la capital de España.

Sin embargo, las Corporaciones, organismos e instituciones granadinas que, por ministerio de la Ley tienen encomendadas la protección y defensa del tesoro artístico, histórico y pintoresco de la ciudad, tan gravemente afectado por, estas destrucciones y destrozos, guardan, hasta ahora un silencio descorazonador; un silencio que, en espíritus suspicaces, yo no lo soy, suscitaría la sospecha de que, quienes lo guardan, subestiman, cuando no menosprecian, esos tesoros cuya protecciñon y defensa les ha sido encomendados; un silencio que parece proclamar divorcio con la opinión pública,la cual, mediante sus unánimes reflejos en la Prensa, demandas actitudes definitivas y pide drásticas decisiones que  eviten los desafueros que se vienen cometiendo contra el legado artístico de Granada; un silencio, en fin, que aparenta voluntaria pasividad - sé que no la hay - en el cumplimiento de la Ley.

Porque la Ley protege, amplia y generosamente, al tesoro artístico nacional, del que Granada forma parte integrante en virtud de la Real Orden de 5 de diciembre de 1929. Leyes, decretos y órdenes promulgadas o dictadas a propuestas de los ministerios de Educación y Ciencia, Gobernación , Hacienda y Turismo para cuya relación no bastan las columnas de este periódico, declaran, ordenan, regulan y especifican las bases fundamentales para la protección y defensa del tesoro artístico nacional y consecuentemente, de la Granada artística y pintoresca. Hoy limito a citar el decreto-ley de 9 agosto de 1926, sobre conservación y acrecentamiento de la riqueza artística; la ley de 13 de mayo de 1933, sobre Patrimonio Artístico Nacional y su Reglamento de 16 de abril de 1936; la ley de Régimen local, de 24 de junio de 1955; y la ley de 12 de mayo de 1956 sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana, emanadas de diversos departamentos ministeriales.

El tesoro artístico nacional no está, constituido exclusivamente por monumentos y obras de arte. De este tesoro forman parte el paisaje, los jardines y los lugares que conservan un recuerdo histórico. De acuerdo con el artículo 36 de la ley de mayo de 1933, todos los municipios españoles están obligado a velar por la perfecta conservación del Patrimonio histórico-artístico existente en su término municipal; y el apartado b) del artículo 2 del Real Decreto de 9 de agosto de 1926, incluye el paisaje en dicho Patrimonio. Según el artículo 33 de la mencionada ley de 13 de mayo de 1933, las prescripciones referentes a monumentos histórico-artísticos son aplicables a los conjuntos urbanos que tengan la misma codificación, como ocurre con varios de los de Granada, De las trangresiones contra esta disposición son responsables, en primer término, sus autores, subsidiariamente los propietarios y, en su defecto, las Corporaciones municipales que no lo hayan impedido.

La simple presunción de que un edificio posee valor histórico o artístico es causa suficiente para que se impida su derribo o se detenga la obra que pueda modificar su estructura o aspecto, aunque tal edificio no haya sido declarado monumento histórico-artístico; y cualquier ciudadano puede denunciar ante los organismos competentes la existencia de inmuebles en los que concurran las anteriores circunstancias, según previene el artículo 27 de la ley de 13 de mayo de 1933 ,ley cuya vigencia establece la de 28 de diciembre de 1963 sobre centros y zonas de interés turístico nacional.

Por otra parte, el Código penal castiga con dureza los atentados contra el Patrimonio Artístico; y así, en su libro II, título III, capítulo IX, artículo 557, considera delito sancionado con la pena de presidio menor los daños que se causen en dicho Patrimonio, cuando el importe de los daños exceda de diez mil pesetas; y en su artículo 563 bis, se agrava la pena hasta el grado máximo si "las cosas objeto de delito perseguido fueran de relevante interés, histórico, artístico o cultural". Los daños cuyo importe no alcance a diez mil pesetas se consideran fallo y se castigan con pena de arresto mayor (artículo 559). Buena cosa es que los propietarios  de inmuebles en zonas artísticas o pintorescas que formen parte del conjunto monumental o histórico de Granada, conozcan este precepto legal y sepan que, con la destrucción de un edificio de mayor o menor cuantía monumental, corren el riego de ir a la cárcel. En fin, otras muchas citas de semejantes o análogos preceptos legales guardo en el tintero.

Y ahora preguntamos: ¿ Por qué no se aplican en Granada las disposiciones legales que protegen a la ciudad, como parte integrante que es del tesoro artístico de la nación? ¿Acaso las desconocen quienes están obligados a aplicarlas? ¿Por qué se permite el constante destrozo del paisaje, con infracción de las múltiples disposiciones legales que lo defienden? ¿Por qué ante la denuncia concretísima que formulé en mi carta abierta de 25 del pasado febrero guardan silencio quienes, por lo menos, debieron explicar, no a mí, sino a Granada, las razones que hubo para que fuesen demolidas dos construcciones árabes, enclavadas en zona artística y que por lo tanto formaban parte del tesoro nacional, cuando entre otros motivos, la simple presunción de monumentos histórico-artísticos hubiera bastado para impedirlo? ¿Por qué, al menos, por quien o quienes corresponda, no se formula una sencilla declaración de principios  que lleve al ánimo de los granadinos la esperanza de que no van a continuar los atentados contra la Ganada artística y pintoresca? ¿Por qué, repito como la vez primera, estamos destruyendo el valiosísimo legado artístico, que hemos heredado de nuestros padres, a pesar de que lo ampara y defiende una copioso legislación protectora? ¿Por qué ese inquietante y terrible silencio?

miércoles, 27 de mayo de 2015

El Salón de El Defensor de Granada


A final del año 1894, en la calle Reyes Católicos, la primera planta de las recién estrenadas oficinas del  periódico El Defensor de Granada, iba a ofrecer a los artistas granadinos un lugar donde exponer sus obras, realizar conciertos, organizar veladas literarias, noches de magia o difundir curiosidades del momento.




En la primera etapa de su vida, adolescente aún, antes de dedicarse al mundo de la prensa, Luis Seco de Lucena se sentía particularmente atraído por la pintura. De joven realizaba preciosos dibujos con un insignificante lápiz con el que captaba con total naturalidad las orillas de las playas de Sanlúcar. Allí es donde nació su inspiración de artista, allí es donde escribió acariciado por los rayos del sol e inspirado por el sabor salado que deja el viento en su piel de niño y alimentado por las historias de los pescadores, unos cortos relatos y sus primeras poesías de amor. Pero, con lo que por encima de todo disfrutaba el joven Luis, era con los pinceles. Donde estuviera pronto buscaba a un artista que le pudiera dar clases. Eso mismo, la pintura, fue lo que le llevo a pasar una temporada en Granada, conociendo en Sevilla, donde residía por aquel entonces, en una exposición del pintor granadino José Sánchez Villanueva, la ciudad de Granada. Le llamó la atención, como no podía ser de otra forma, la estructura de la ciudad, su riqueza monumental y las panorámicas de la sierra, todo aquello representado en esto magníficos cuadros. Pero sin duda lo que le hizo decidirse en mudarse y cambiar de horizontes, fue lo que los pintores llegados de todos los horizontes del mundo destacan de Granada: su luz. Pero desgraciadamente lo que él no podía suponer es que no encontraría nunca el momento de volver a coger un pincel. Por una parte echó una pesada cortina sobre su vida artística pero por otra parte se volcó definitivamente, y ello gracias a su trabajo de periodista y director, en otro aspecto que sin duda le llenaría de satisfacción: el poder ayudar a los artistas granadinos.


En estas navidades del año 94 inauguró el Salón con una muestra de pinturas que juntaba a más de 50 artistas que supieron aprovechar esta oportunidad para ofrecer estampas de los rincones de Granada, entre ellos colaboradores del mismo periódico como Diego Marín (1865-1916) que fue el crítico de arte y teatro, Isidoro Marín (1863-1926) que dibujó el famoso sello del gallo blasón del periódico, o Emilio Millán Ferriz (1842-1901?) que redactaba artículos entre los cuales destacan las impresiones de la guerra de Cuba vivida en primera línea. Pintores ya famosos como Jose Ruiz de Almodovar, Jose Larrocha, Jose Acosta Werter, Rafael Latorre, Tomás Martín rebollo, José Rodriguez Acosta, José López Mezquita, Pablo de Loyzaga, Amparo Pareja, González muñoz, etc...
Todos estos artistas no sólo pintaron rincones sorprendentes de Granada sino que también participaron en enriquecer el patrimonio de edificios históricos granadinos. El padre Manjón no dudo en acercarse a ellos para solicitarles que dedicaran horas de su preciado trabajo en pintar los misterios del Rosario para su inmenso proyecto: las escuelas del Ave María.

.......seguirá......

martes, 26 de mayo de 2015

En este tercera entrega Seco de Lucena explica la importancia de una organización coherente del territorio y la importancia de que se considere y estudie a fondo las singularidades de cada ciudad con el fin de asegurar su crecimiento, inevitable, en una mayor armonía. Después de repasar la organización de otras ciudades buscando en ello la inspiración urbanística de aquellos tiempos, nos habla de Granada conocida en el siglo pasado por la Ciudad de los Cármenes, e intenta lanzar una advertencia basada en los últimos acontecimientos urbanísticos de la época.

EL PAISAJE GRANADINO Y LOS ESPACIOS VERDES

NATURALEZA E IMPORTANCIA DEL DESPACIO VERDE (III) (11/03/1969) Luis Seco de Lucena Paredes

Muchas ciudades poseen notas características que las distinguen de otras. A veces se les alude por esa distintiva. Así, Córdoba es la ciudad de los patios; Écija, la de las torres barrocas; Toledo, la de los Cigarrales. A granada se la llama y se la conoce por ciudad de los cármenes. El carmen es un pequeño espacio verde enclavado en el interior de la población. Casi todas las ciudades del mundo tienen espacios verdes. Viene a ser el pulmón de la urbe. Sirven de respiradero a ésta y de lugar de reposo y recreacción a sus habitantes. Los busca la gente de edad que, aturdida y fatigada por el intenso tráfico y la atmósfera impura de las grandes vías, anhela un paseo tranquilo y sano. En ellos, los niños encuentran apacible y seguro retiro para sus juegos infantiles; y los enamorados, un rincón discreto para decirse sus amores.

Los espacios verdes plasman en parques, jardines. bosquecillos, amplias avenidas con doble hileras de árboles y plazas con abundantes plantas y macizos de flores, Generalmente estos espacios verdes son bienes patrimoniales de los Municipios, que atienden a su conservación y entretenimiento. Sin embargo, hay espacios verdes de propiedad privada. Esto ocurre en Granada con el carmen; y en Londres con ciertas plazas (square) pertenecientes a la comunidad de vecinos que habitan los inmuebles que les rodean. Tales espacios verdes londinenses, situados en plena vá pública, no son accesibles a cualquier ciudadano. Los cercan fuerte rejas y las llaves de las cancelas que les da entrada se hallan en poder de los vecinos de la plaza. Lo supe cuando, tras un fatigoso deambular por las calles de la capital inglesa, pretendí tomara asiento en uno de los bancos de Belgrave Square.

Las más elementales normas higiénicas exigen muchos espacios verdes en las grandes urbes. Los aconseja también un buen gusto. Ellos purifican el aire que envuelve a la ciudad, hacen grato el ambiente que los rodea, y dan colorido al paisaje de su emplazamiento. A comienzos de nuestro siglo se tuvo todo esto en cuenta y no sólo se mantuvieron los espacios verdes en el interior de la población, sino que fueron impuestos en las zonas de ensanche. Así surgió la ciudad jardín, en donde cada inmueble estaba rodeado por espacio verde propio.

En os últimos años las cosas cambiaron. A pretexto de acelerado crecimiento demográfico, se está arramblando con los espacios verdes para transformarlos en solares edificables. Espacios verdes pertenecientes a los municipios menguan su superficie en beneficio de construcciones que se califican de utilidad pública. El afán de lucro de los constructores hace desaparecer los espacios verdes de propiedad privada enclavados en el interior de la ciudad. No sólo, no se obliga a establecer espacios verdes en las zonas de ensanche, sino que, levantan edificios en los que, en dichas zonas existían, La ciudad jardín se convierte en villorrio de amazacotados inmuebles. De esta suerte, la urbe, con detrimento de la estética y daño para sus habit en lugar antes, va perdiendo espacios verdes en lugar de acrecentarlos.

Esto ocurre en España, donde tardíamente y cuando ya pasó la moda, solemos imitar del extranjero lo que consideramos extraña novedad. Pero no ocurre en otros países Así, en el actual París, se sigue un criterio muy distinto. Cada inmueble o grupo de inmueble ha de tener espacio verde propio, generalmente protegido por una cerca y dotado de pequeño parque infantil. Estos espacios verdes, que yo he visto entre otros lugares, en el ensanche de Rueil Malmaison, uno de los arrabales de la capital francesa, sirven de seguro recreo para los niños del vecino inmueble y de solaz y esparcimiento a sus padres y familiares. Ciudades jardín que visité no hace mucho en Norteamérica y Canadá, mantienen intacta su primitiva disposición urbanística; casa exente en medio de amplio jardín cubierto de césped, adornado con arbustos y flores y sombreado por copudos árboles.

En la República Federal Alemana, donde la última guerra mundial, causó terribles estragos urbanísticos, se ha puesto la "moda" de establecer extensos espacios verdes a l reconstruir aquellos sectores  de la urbe que fueron total o parcialmente arrasados por los bombardeos. Pero,además en Bonn, Colonia y otras poblaciones de la ribera del Rhin, los urbanistas están construyendo un tipo de vivienda, que llaman casi mini-familiar, dotada, de jardín propio.En estas viviendas habitan un número muy reducido de familias,a veces solamente dos o cuatro. Una estadística que tengo a la vista, señala que los diez millones y pico de viviendas edificadas en Alemania occidental desde 1949 y 1967, cuatro millones, es decir un cuarenta por ciento,corresponden a casas de tipo minifamiliar, dotadas cada una de ellas, de espacio verde. Pretenden los urbanistas alemanes airear las masas arquitectónicas, diminuir la densidad del vecindario y descongestionar de inmuebles aquellos, de otra suerte, resultarían excesivamente cubiertos por construcciones.

Como escribí al principio, a los españoles suelen llegarnos con retraso las novedades extrañas; y, por otra parte, somos algo caprichosos. Nosotros estamos suprimiendo espacios verdes precisamente cuando los urbanistas extranjeros satisfacen la acuciante exigencia de establecerlos para aliviar la fatiga que a los ciudadanos la urbe moderna causan la vida agitada que vivimos y el aire enrarecido que respiramos.

domingo, 24 de mayo de 2015

Aquí os dejo hoy la segunda parte. Desde cientos de lugares a los que nos podemos acercar en una mañana fresca de primavera o por una tarde calurosa del verano, encontraremos esta curiosa sensación que invade al paseante y al visitante de quererse quedar para siempre en Granada. Unos de los paseos agradables y no tan concurrido, es el que nos lleva a la fuente del Avellano, camino ya perfectamente acondicionado y que no tiene nada que ver con aquel recorrido que con sus burros seguían los aguadores, o incluso por donde se caían los niños por ser demasiados atrevidos. Y es que al llegar a la famosa fuente, al otro lado del monte, se eleva en lo alto de la colina el monasterio junto al impresionante y desgraciadamente abandonado a su ruina edificio que fue su colegio. Los paisajes que describen los autores a los que acude Seco de Lucena cantan los paisajes granadinos aludiendo a la mezcla que existe entre los espacios verdes de la ciudad y sus edificaciones. Empieza por descripciones encontradas en textos anteriores al periodo de los Reyes Católicos hasta llegar a nuestros días. Con el corazón encogido después de echar una mirada emocionada a este artículo para entender lo que era Granada, una Granada bien diferente a la que ahora conocemos, os doy cita dentro de un par de días en la tercera entrega.


EL PAISAJE GRANADINO Y LOS ESPACIOS VERDES Luis Seco de Lucena Paredes (II) (9/03/1969)


EL PAISAJE Y EL ESPACIO VERDE


Ya los literatos árabes estimaron como preciado don del Cielo el paisaje granadino. "Casi en el centro de la vega - escribe Aben al-Jatib - se asienta Granada tendida en la falda de elevados montes y altas colinas, desde donde se descubren espléndidos paisajes". "El céfiro de su arrabal del Negued y el bello panorama que nos ofrece su Hawz, encantan ojos y corazones, sutilizando las almas" piensa al-Saqundi. Cuenta al-Umari, seguido por al-Qalqasandi, que, desde los arrabales de la Alcazaba, la Churra y el Mauror "se divisa el extraordinario panorama que forman el río, ramificados en múltiples brazos y las tierras cultivadas, componiendo un paisaje que la imaginación no acierta a describir y que carece de término de comparación". Abd al-Básit, escritor egipcio que visitó Granada en 1466, en tiempos de Muley Hacén, un cuarto de siglo antes de que la conquistasen los Reyes Católicos, elogio calurosamente la admirable situación de su emplazamiento y la extraordinaria belleza de sus paisajes. "Desde ambos lados de la colina en que está enclava la Alhambra - escribe - se dominan otros tantos espléndidos panoramas; de una parte, el de la vega, amplia llanura irrigida por el Genil; de la otra, el valle del Darro, cubierto, por carmenes deliciosos y cuidados jardines. De ambas partes llegan a la ciudad efluvios suaves y gratísimos".

Los primeros cristianos que, a ráiz de la conquista vinieron a Granada no dejaron de sustraerse al encanto de su paisaje. Escribe Navagiero que un balcón del Generalife "mira hacia un peñasco por debajo del cual, en lo hondo, corre el río Darro, ofreciendo una vista deleitosa y placentera"; y añade que los Alijares "ofrecen también una bellísima vista hacia la vega"; y que el paisaje del calle por donde atraviesa el Darro "es muy bello y plácido y todo se ve cultivado y labrado desde alto abajo, con tal espesura de árboles fructíferos que parece todo él una selva y un sólo bosque". Luis de Mármol, al describir Granada  dice que "desde las casas de la ciudad se descubre una vista jocunda y muy deleitosa en todo el tiempo del año. Si miras a la vega se ven tantas arboledas y frescuras y tantos lugares metidos entre ellas que es contento; si a los cerros, lo mismo; y si a la sierra, no da menor recreación". Bermúdez de Pedraza escribe que " parte de la ciudad de Granada mira al mediodía y parte a poniente, al cual la vega tiene tan hermosa vista, porque mirada de lugares altos, parece predilección sintió Navagiero por el paisaje que, visto desde la Alhambra, ofrece Valparaíso, paisaje al que alude repetidas veces en su descripción de Granada. "Las riberas del Darro - escribe en otra parte de su obra - son muy frondosas y altas, todas vestidas de verdor por uno y otro lado, entre las cuales viene muy risueño, pobladas sus dos márgenes con muchas casitas, todas con sus jardincitos y puestas de tal manera entre los árboles, que parecen dentro de un bosque y apenas se ven".

De entonces a nuestro tiempo, el elogio del paisaje granadino ha constituido tema literario de constante elaboración para los hombres de letras, tanto orientales como occidentales. A su atrayente encanto se alude con frecuencia en todo género de piezas literarias referentes a Granada, y a la descripción de su extraordinaria y peregrina belleza se han dedicado deliciosas imágenes y sonoros epítetos.

Pero el paisaje granadino posee una especialísima particularidad y es que el espacio verde entre necesariamente en su composición. Escribió Ganivet en su "Granada la Bella": "En muchas exposiciones extranjeras he encontrado cuadros que me han hecho pensar sin vacilación: esto es Granada. No porque reconociera el lugar representado por el artista, pues a veces los artistas descubren rincones ignorados o ven las cosas desde punto de observación originales que la transforman; sino porque en aquellos cuadros leía yo, de corrido, como en un libro nuevo de un autor de quien ya no conociera todas las obras publicadas. Y en efecto, he buscado los catálogos y he visto que eran cosas de Granada; y lo que he encontrado con más frecuencias son calles estrechas quebradas; sus casas de planta baja, con parral a la puerta, con enredaderas en las ventanas, con tiestos en el balcón y entre ellas, tapiales por los que rebosa la verdura". Agrego yo que no concibe un paisaje granadino ausente de espacio verde; y cuando por la disposición urbanística del lugar tal espacio  no aparece en el paisaje, el vecino que vive en la parte vieja de la urbe, en la parte que aún conserve algo de su antiguo carácter, lo inventa animando la fachada de la casa que habita con macetas de flores y plantas trepadoras que se entrelazan a través de las rejas y se agarran con firmeza a la pared.

jueves, 21 de mayo de 2015

En este primer artículo que forma parte de una serie de cinco, Luis Seco de Lucena, nos ofrece una mirada de lo que fue Granada antes de lo que llamaría "la gran construcción". Tal vez subiendo al carmen de los Mártires para asomarse a su balcón con el fin de ver las vistas a la parte de la ciudad que más ha perdido su encanto, podríamos cerrar los ojos y dejar escapar la imaginación con la ayuda de una amigo que nos leería el artículo que sigue. Y tal vez llegaríamos a imaginar lo que aquellos ojos pudieron ver, ahora bien, me voy a permitir dejar un pequeño consejo: antes de volver a abrir los ojos, girarse hacia los jardines y clavar la mirada durante un instante profundo en aquellas estampas. Y de esta forma procurar guardar en memoria los resultados de nuestra misión.

EL PAISAJE GRANADINO Y LOS ESPACIOS VERDES (I) Luis Seco de Lucena Paredes 6/03/1969


GRANADA Y EL PAISAJE

Los valores estéticos de Granada no radican exclusivamente en las joyas monumentales que posee; sino en la feliz conjunción que en ella se da entre el Arte y la Naturaleza. Por esta circunstancia los poetas árabes del medievo consideraron a Granada como "vergel del mundo"y uno de ellos, en versos que recogió Maqqari, afirma que es una ciudad "sin semejante y a que no podían compararse no las de Egipto, no las de Siria, ni las de Iraq; porque Granada es la novia que se ofrece al esposo en la noche nupcial con su rostro descubierto y radiante de hermosura; mientras que las otras ciudades, todas juntas, viene a ser el azadaque o regalo de boda que el novio entrega a la desposada". El mismo Maqqari, en versos propios, la estimó, por su belleza, "consuelo del afligido y refugio del desterrado". Saqundi, en su elogio del Islam español, la califica de "pasto para los ojos y elevación para las almas" donde "todo es nuevo y peregrino". Yuzayy, el escritor granadino que hubo de redactar la rihla de Ibn Battuta, declara que "si no temiera ser tachado de parcialidad por su patria, podría extenderse ampliamente en la descripción de los encantos de Granada, puesto que se ofrece ocasión propicia para hacerlo; pero como quiera que su celebridad se pregona en todo el orbe, se precisa insistir en elogios".

Si la Alhambra se estima maravilla artística única en el mundo, no lo es solamente porque constituye precioso ejemplar de arquitectura árabe civil de tiempos medievales que ha sobrevivido hasta nuestros días y carece de compañera que pueda considerarse su rival. A la dulce emoción estética que nos causa la Alhambra contribuyen la belleza de sus floridos jardines, el encanto de su apacible bosque, el suave arrullo de las aguas que discurren por sus arroyuelos, la alegre cantata de las que brincan por sus surtidores y, en especial, los variados y peregrinos paisajes que nos ofrecen sus contornos y los espléndidos panoramas que nos brindan sus miradores.

El paisaje constituye factor ensecialísimo en el complejo artístico de Granada, y si se hubiese tenido conciencia de esto se habría procurado conservarlo a todo trance y si no se hubiesen cometido torpes atentados no sólo contra algunos aspectos, sino también y muy principalmente contra el conjunto paisajístico granadino. Los ataques al paisaje urbano y al paisaje natural de estas ciudad son tanto o más dañinos para la propia esencia de Granada que el que puede ocasionarle la demolición de sus reliquias arquitectónicas.

Hay contadas ciudades en el mundo cuyo caserío presente una disposición semejante a la que ofrece el de Granada. Ciudad alta, asentada sobre nuevas colinas y ciudad baja que, en leve declive, desciende hasta la llanura. En estas colinas, los espacios verdes alternan, de una parte, con las manchitas blancas de los edificios; y de otro y junto a aquellas, con las parduzcas pinceladas de murallas y torreones. Cuando podíamos contemplarlo desde la vega, sin que lo estorbase la barrera elavadísimos inmuebles alineados a lo largo del camino de Ronda, quedábamos embelesados ante tan maravilloso cuadro, que tiene, como telón de fondo, los nevados picachos de la sierra.

Tan consustancial es el paisaje a la estética de Granada que la propia ciudad se ofrece como ventana abierta sobre los soberbios panoramas que sus arrabales, la sierra, la vega y los montes que la circundan brindan generosamente al espectador. Desde los Mártires y antes de que la manciliase el horrendo barrio del Zaidín, esa esplendida vega granadina presentaba un extraordinario paisaje que excedía a toda ponderación y en el cual el verde lujurioso de la campiña, en completa gama de matices, salpicado por las moticas blancas de pueblos y caseríos y cruzados por los cristalinos hilitos de los riachuelos, se difumina a lo lejos, entre los tones ocres, grises y azulados de los macizos montañosos que le dan término y que, a la parte meridional, lucen el albo manto de sus nevados picachos, constituyendo, en su conjunto,

La propia ciudad y sus viejos arrabales, Albaycín, la Churra, el Mauror, el Negued, cuyos caseríos reclinados sobre colinas, conservan casi intacta su ordenación medieval, nos ofrecen también sugestivos miradores, Sus retorcidas calles y empinadas cuestas dan lugar a un constante cambio de términos y de juegos que forman maravillosas y variadas perspectivas. Los paisajes albayzineros suelen tener como fondo las recortadas siluetas de los torreones de la Alhambra, cuando no prestan en su totalidad, la incomparable vista de la Colina Roja, que ha alcanzado universal renombre.



miércoles, 20 de mayo de 2015

Uno de los legados de Luis Seco de Lucena Paredes, sus artículos 



De cierta manera el hijo mayor de Luis Seco de Lucena, Luis,  recoge el testigo del trabajo de su padre amplificando y profundizándolo sobre manera, sumergiéndose en el estudio de la lengua árabe y de innumerables traducciones de manuscritos de la época nazarí.

Sin embargo no sólo en este aspecto se parece a su padre, ya que incansablemente va a denunciar en numerosos artículos los estragos,de lo que ya llamaba en los años  el periodista Seco de Lucena, la piqueta demoledora en la ciudad artística de Granada.

Les propongo una serie de cinco artículos publicados en 1969 por Luis Seco de Lucena Paredes con el expresivo título "El paisaje granadino y los espacios verdes". Pero antes de empezar les dejo como introducción el que escribió con el corazón en la mano en 1968 haciendo referencia  a la desaparición en 1967 de una de las torres de Bab al Tawwabin y de un baño árabe hasta entonces milagrosamente conservado en la calle Moral Alta del Realejo, que de los que por cierto, actualmente, se pueden apreciar sus restos al estar paralizada la obra proyectada. No duden en venir a echar una mirada a nuestro pasado antes de que levanten lo proyectado.



LA PIQUETA DEMOLEDORA NO SE DETIENE (5 de febrero de 1968)



Sr. D. Santiago Lozano, director de IDEAL.

Mi querido amigo:

En la carta abierta que dirigí al señor director general de Bellas Artes, señalando el peligro que, para los cármenes granadinos alienta en el proyecto de ley sobre fiscalización del suelo, me refería a la demolición de casas solariegas y caserones típicos que, en estos últimos años, se viene realizando en nuestra ciudad,con propósito de aprovechar el solar para la construcción de inmuebles utilitarios, cuyo volumen y aspecto exterior están en desacuerdo con las normas a que se debieran sujetarse los edificios de nueva construcción, si es que queremos que Granada no pierda su peculiar carácter de ciudad artística y pintoresca.

Aquí la piqueta demoledora no se detiene en los umbrales del siglo XVI, ni los monumentos de la cristiandad constituyen su único objetivo. Retrocede en el tiempo y ataca, con la misma saña, a los vestigios de la civilización islámica, vestigios de los que únicamente puede vanagloriarse España, y en particular, Granada, entre todas las naciones del occidente europeo. Así, en el pasado año 1967, con casas solariegas y caserones típicos, cayeron también en nuestra ciudad dos monumentos árabes: una de las torres que flanqueaban Bab al-Tawwabín, la puerta que daba acceso al barrio de los Ladrilleros, y un baño milagrosamente conservado hasta entonces, en la calle Moral Alta de Santo Domingo.

El torreón , con tres cuerpos de alzada cubiertos por bóveda de medio cañón, se mantenía oculto entre los muros del castillo de Bibataubín y un edificio del siglo pasado, construido con pretensiones de palacete árabe, en la plaza de Mariana Pineda. No hemos podido conocer el aspecto exterior de esta torre porque cuando, en el pasado verano, al derribar la casa que la ocultaba, quedó al descubierto, los albañiles se dieron buena maña y trabajando esforzadamente la derribaron antes que los delegados de Bellas Artes y de Cultura del Municipio que, avisados del descubrimiento, acudieron a evitar el daño, pudieran impedirlo. Además del valor artístico, como ejemplar de arquitectura árabe castrense de comienzos del siglo XVI, revestía la torre, poseía alto valor histórico. Pocos antes de que los Reyes Católicos conquistasen  Granada, el gran capitán Gonzalo Fernández de Córdoba realizó allí una gloriosa y arriesgada hazaña, al prender fuego a la puerta flaqueada por la torre.

Casi nadie conocía el más importante baño del arrabal de los Alfareros. Encontré su cita casualmente, al estudiar unos documentos arabigogranadinos que se conservan en el archivo del convento de la Madre de Dios que cuidan las señoras Comendadoras de Santiago. Figura en el contrato de compraventa del carmen de dicho convento, que en 1493, en nombre de los Reyes Católicos convino el primer corregidor de Granada, don Andrés Calderón, el cual lo adquirió de quienes entonces lo poseían, unos nobles musulmanes granadinos a los que había enajenado la princesa Fátima, nieta del sultán Muhammad IX Al-Aysar. El baño o hammam aparecía en la linde meridional del carmen, y como tal linde corresponde a la calle del Moral, no me resultó demasiado difícil localizarlo. Esta calle del Moral se denomina "del Baño" en el siglo XVI, en razón de que el hammam existente en ella era el más importante del arrabal de los Alfareros. Y vaya de paso que, como casi todos los cármenes situados en esta arrabal eran patrimonio de la corona nazarí, los españoles dimos a este barrio el nombre de Realejo.

Cuando a fines del último de septiembre, terminadas mis vacaciones , regresé a Granada y pasé por la calle Santiago, en cuyo cruce con la calle del Moral estaba situado el baño, quedé dolorosamente sorprendido al contemplar lo que habían derribado. Lo lamenté como granadino; y acaso también, porque hube de dedicar unas horas de mi labor investigadora al estudio de este hammam. Publiqué la fotografía de una de sus naves, cubierta con bóveda con tragaluces y de la puerta, con arco de herradura, que le daba acceso, juntamente con su descripción, en la revista Al-Andalus. Al volumen IX, correspondiente al año 1944, páginas 130 y 131, remito el curioso lector. El baño cayó tan gloriosamente y lastimosamente, como unos meses antes había caído el torreón que flanqueaba Bibataubín, y ahora sólo queda su recuerdo y la fotografía de una de sus naves que, previsoramente, publiqué en la citada revista.

Cuando a mi vuelta de Italia, en la pasada primavera, fui interrogado por un periodista granadino, le expresé la profunda impresión que hubo de causarme el respecto que aquel país se siente por la reliquias del pasado, y la unánime resolución del pueblo italiano de mantener a toda costa el carácter monumental o pintoresco de sus ciudades. En Roma he visto numerosos edificios modernos con esquina en chaflán o hueco en su fachada, a manera de hornacina que arranca del suelo, hechos adrede para cobijar el basamento, o el trozo de fuste de columna clásica, mezquina reliquia arqueológico, que en aquel lugar, dentro del solar edificable, encontraron y supieron conservar amorosamente los nuevos constructores. En todo el circuito urbano el número de plantas de los modernos edificios a módulo normal de los que integran el conjunto. Los romanos saben que Roma, cuna de nuestra civilización, es ciudad monumental y artística y tiene esa conciencia ciudadana que yo echo de menos aquí y que les permite justipreciar los valores estéticos e históricos de la ciudad que habitan.

No es preciso ir tan lejos para llegar a la anterior conclusión, porque una visita a la vecina Córdoba, es suficiente para aprender cómo se deben cuidar las zonas artística o pintorescas  que dan tono e imprimen carácter a una ciudad de añeja solera histórica. En Córdoba se han abierto espléndidas avenidas bordeadas por modernos edificios de más de tres plantas; pero esas avenidas y esos edificios están apartados del casco de la ciudad antigua, no perjudican a su aspecto, ni dañan al paisaje. La vieja Córdoba permanece incólume y no hay quien se atreve, en zona artística o pintoresca, a demoler una casa solariega, ni a desmontar una portada, ni a suprimir uno de los famosos patios cordobeses. La Judería y el sector urbano de la mezquita son tabú ¡Guay de quien se atreva a tocarlos! Y como todos están de acuerdo, porque tienen esa conciencia ciudadana a que me vengo refiriendo, mantiene a ultranza el peculiar carácter de esos barrios.

¿Por qué no ocurre ésto en Granada? ¿ Por qué estamos destruyendo el valiosísimo legado artístico que hemos heredado de nuestros padres? ¿Por qué desdibujamos la silueta de la más bella ciudad del mundo? Sobre Córdoba y sobre otras muchas poblaciones, Granada posee valores estéticos que no sabemos apreciar. y uno de ellos, acaso el más precioso, es el del paisaje. El paisaje granadino es único en la tierra, por la amplitud de sus panoramas, lo variado de sus perspectivas y el maravilloso juego de luces y términos. En mis andanzas por esos mundos de Dios, no le he visto nada que le sea comparable, nada que le pueda igualar. El paisaje granadino es único en la tierra. ¿Por qué, también, estamos destrozando el paisaje? ¡Qué maravilla "era" el panorama de la ciudad, contemplándola desde el camino de Ronda, cuando no lo ocultaban antiestéticos rascacielos que ahora lo ocultan! ¡ Cómo estropea el espléndido paisaje de la Vega, visto desde los Mártires, ese horroroso barrio el Zaidín! El Albaicín, contemplado desde la Alhambra , evocaba a la moruna Fez, si nuestra imaginación sustituía por alminares las torres de sus iglesias. Hoy quiebran este soberbio paisaje, de ciudad oriental, construcciones de moderna y inadecuada estructura y los espacios verdes de sus cármenes, van desapareciendo lentamente arrebatando colorido y armonía a la peregrina estampa.

Hay que inculcar en los granadinos esa conciencia ciudadana que les capacita para justipreciar
los valores estéticos e históricos de la ciudad en que viven y que les permita discernir entre lo que se debe y lo que no se debe hacer, para que sobrepongan a la codicia y el afán de  lucro, los intereses, mucho más estimables, de la ciudad. Y si los granadinos no pueden o no quieren entenderlo, procede que las autoridades que velan por el prestigio de Granada, puestas de cara a la ciudad, lo impongan con todos los medios a su alcance. Si esta generación no lo agradece, las venideras les guardarán gratitud. Hay que impedir la destrucción de la Granada tradicional.