martes, 9 de junio de 2015

Poquitas palabras se les puede añadir a este último artículo que forma parte de este ciclo. Sólo cabe una pregunta: ¿Granada sigue conocida cómo la ciudad de los cármenes?


EL PAISAJE GRANADINO Y LOS ESPACIOS VERDES

EL CARMEN (V) Luis Seco de Lucena Paredes (10/03/1968)

El carmen es un espacio verde tipicamente granadino. Propiedad privada aneja a una vivienda y enclavada dentro de la ciudad, constituye la natural expansión de aquella. Entre unos y otros discurre la vida hogareña del dueño; porque el carmen forma parte integrante del hogar. Esta circunstancia lo hace apacible y recóndito y le de ambiente de recoleta intimidad. Consecuentemente, no se ofrece ese espacio abierto a extrañas miradas. No hay carmen rodeado por una verja. Lo cercan elevados tapiales, y visto desde afuera aparece como un blanco paredón adosado a la vivienda, en el que la cal desprendida dejó al descubierto parduzcos machurrones. Completa su aspecto exterior hileras de ramas, verde intenso de yedra y verde claro de enredaderas, que se descuelga desde lo alto del tapial, y las frondosas copas de lo árboles que se alzan por encima y se yerguen airosamente en busca del cielo. Sin embargo, el carmen, por lo común asentado en la falda de una colina, es oculto y delicioso mirador que brinda a su dueño hermosos paisajes y sorprendentes panoramas: la vega y la Sierra desde los carmenes de la Antequeruela y del Realejo; la vega y el Albaicín desde el Mauror; el Albaicín , la vega y el Valparaiso desde los de la Alhambra; y Valparaiso, la Colina Roja ( con la sierra al fondo) y la llanura de la vega, desde el Albaicín.

El carmen tiene algo de jardín y algo de huerto. Un carmen no es únicamente huerto, ni únicamente jardín. En el carmen las flores se entrelazan con las hortalizas en entrañable maridaje. Los árboles que lo adornan no desempeñan una función exclusivamente ornamental. Decoran, dan sombra y frescura y al mismo tiempo, producen óptimo fruto. En el carmen se aspira el perfume de las rosas, los jazmines, los nardos, las madreselvas, el galán de noche, las alelíes, y se recogen albaricoques y lechugas, habas y ciruelas, cardos y fresas, espinacas y melocotones, cuyas cosechas, a veces, dan abasto para el consumo de la familia. El carmen no es quinta de lujo, sino pequeña finquita utilitaria. Un minísimo minifundio. Hay menestral que vive con lo que le da su carmen, porque, además, la mayoría de los carmenes son propios de menestrales y artesanos.

Los carmenes situados en los barrios altos de Granada, están dispuestos en paratas, ofrecen una línea más movida y dan lugar a perspectivas varias. Los emplazados en la parte baja procuran seguir la norma y se distribuyen en dos o varias terrazas. Por el suelo de los carmenes discurren mínimos arroyuelos; cuando hay desnivel imitan rugientes cascadas, y en terreno llano marchan con suave murmullo. Van a morir a una alberca, espejo donde se miran las plantas, o brincan por los surtidores de las fuentes, compitiendo en el trino de las aves que pueblan el carmen. Estas avecillas son o polizones del carmen. Anidan en sus árboles clandestinamente y sin licencia del dueño; pero le pagan el hospedaje anunciando la mañana con su alegre piar. El ruiseñor es el rey de estos huéspedes furtivos y anima con su cantarito gorjeo la placidez del lugar.

Una muñeca de agua, varios arbolitos, algunos arbustos y muchas plantas que den flores y frutos forman los elementos constitutivos del carmen. Normalmente el carmen ocupa un pequeño espacio de terreno, pero hay cármenes con razonables superficie y algunos, muy pocos, bastantes extensos. Cármenes de tercera, de segunda y de primera clase como en todos los aspectos de la vida. Estos últimos se adornan con cuadros de arrayán, están atravesados por paseos y lucen fuentes en sus glorietas. El carmen humilde se contenta con un parral, una higuera, varios rosales, media docena de bancos con hortalizas y flores y un pilarico con su chorro de agua, porque en el carmen no se puede prescindir de su cantinela.

Mucho se ha dicho y más se ha escrito sobre los cármenes granadinos. Hasta se han compuesto obras musicales de inspiración. Y ni que decir tiene que han sido y siguen siendo tema preferidos por pintores y dibujantes. La relación de los elogios hiperbólicos que le han tributado los literatos de Occidente sería interminable; desde Andrea Navariego que los halló " con tan abundancia de árboles que casi ocultan las casas, las más de las cuales son casas pequeñas, pero todos los cármenes poseen sus fuentes, rosales, arrayanes y todos son ricos de adornos", y Pedro Mártir Angleria para quien " los cármenes de Granada compiten con los jardines de las Hespérides", hasta García Sánchez que los estimó "ideal morada de un ermitaño, un gitano o un árabe" y piensa que en ellos "se congregan los atributos de Granada como se recogen en un cesta las naranjas y los claveles de los mismos cármenes" o Pérez de Ayala que encuentra compendiado en los cármenes"la paza, el amor y la belleza".

En otros tiempos el propietario era un hombre afortunado, que disfrutaba feliz y tranquilo dicha amable propiedad; y a quien ésta, por su peculiar naturaleza, solía proporcionarle algún rendimiento, aunque fuese escaso. Hoy, para la mayor parte de granadinos dueños de carmen, semejante finca constituye un quebradero de cabeza, que le obsesiona y le quita el sueño. Tal espacio verde cultivado no le produce ningún beneficio, Al contrario, le cuesta un dinero del que, a veces, no dispone. Así, el carmen exige agua no sólo por su propia índole, sino porque hay que regar las plantas que lo cubren. Antes, el agua corría abundantemente por toda la ciudad. cuen Al-Umari, escritor egipcio que la visitó en el siglo XIV, que "el agua de sus ríos se distribuye copiosa por toda la población: por sus mercados, por sus patios, por sus mezquitas, por sus cármenes. Donde se la busca se la encuentra".

Acaso por lo que acabo de referir, cada espacio verde tiene propiedad de agua; pero por arte de birlibirloque, esta propiedad, prácticamente está extinguida. Hay que acudir al agua potable, que cuesta un pico, si no queremos que el espacio verde se transforme en erial. Luego, precisa atenderá las cargas fiscales, que crecen día por día. Y a qué seguir. Frente a todo esto, esta propiedad improductiva y con frecuencia costosa, alcanza elevado valor en venta. El carmen, cubierto por frondosa arboleda, aromatizado por el perfume de sus flores, inundado por el espléndido sol andaluz y ventilado por el arte puro que baja de la Sierra, es un delicioso encanto que, materialmente, vale poco; pero convertido en solar edificable, vale una fortuna. Es temerario menospreciarla, cuando se nos viene a las manos; insensato no transformar ese pedazo de tierra en dinero constante y sonante, que puede darnos una buena rentita. Vienen la lucha entre los valores del espíritu y los intereses materiales. El dueño del carmen medita, se preocupa, duda, pierde el sueño, se vuelve loco. Y en la mayoría de los casos, acaba decidiendo lo más práctico. Desaparece un espacio verde, o, en el mejor de los casos, su superficie sufre importante merma. El carmen granadino está en acelerado proecso de desaparición. Cuando haya desaparecido, Granada perderá esa nota distintiva por la que se le conoce en todo el mundo. No será la ciudad de los cármenes.

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