miércoles, 24 de febrero de 2016

Don Luis y Constancio




Mientras caminaba por las calles, don Luis allá por los años 30, nunca dejaba a nadie sin saludar. Costumbres de otros tiempos, a las que se le contestaba con un formal y sonriente Buenas tardes don Luis. Siempre ataviado con su sombrero y su pardessus, que tras los años había tomado un color indefinido, morado en el recuerdo de su nieta, su pequeña silueta no dejaba indiferente a los que la cruzaba. Algunos se fijaban es su indumentaria, otros en su mirada, y este encuentro a veces fortuito y otras programado, le suponía al día siguiente unas cuantas líneas en la prensa que reproducían la impresión causada por ese momento.

Contaba ya con más de 70 años y numerosos amigos tenía el antiguo jefe y director del Defensor, pero también como es normal, unos cuantos detractores. Admirado por unos y considerado viejo romántico por otros mucho más jóvenes que el, no dejaba indiferente a nadie. Por ello, son numerosas las alusiones que se le hacía, periodistas, poetas, escritores, políticos, etc..., encontraban alguna manera de colar a don Luis en su trabajo. Hoy es del trabajo de Constancio que hablaremos. 


Aquel hombre del que se han escrito ya varias páginas, compartía con don Luis una entrañable amistad que había nacido por amor al periodismo. Muy diferentes eran, pero se respetaban y se querían, y es que a pesar de pertenecer a generaciones alejadas, el vínculo de la prensa los unía. Constancio fue el último director de El Defensor, y en aquella locura que sumergió a tantos en la desesperación, Constancio fue asesinado. Su legado es inmenso y no por ser su figura política, sino por su pluma que a través de sus Siluetas del día hacían sonreír a más de uno y enloquecer de rabia a otros cuantos. El paso del tiempo nos ha dejado recopilado aquellos encuentros con los personajes más relevantes de la época, o con visiones distintas de situaciones complicadas, gracias a nuestra inmensa sabiduría, ya posados y sin amargura, podemos complacernos es su lectura. 


Más de una de sus Siluetas le dedicó a don Luis. Hoy os dejo esta que también nos recuerda a otro olvidado, Salvador González Anaya, que dejó escrito desde su lejanía, un libro sobre Granada y los granadinos: La oración de la tarde.


Por cierto, ¿ y de qué trataba esa asociación de la que formaba parte nuestro amigo Natalio Rivas? Pues nos explica González Anaya en su libro, como se repartían los cargos. Contaba aquella asociación con 20 socios o cofrades y 4 cargos:


1- El Cardingo, asume la autoridad
2- El Prior, sucedáneo de la persona que lo ejerce
3- El Camarlengo, vigila todos los cuidados caseros
4- El Canciller o secretario.

Peculiaridades: la denominada "Incubadora" cuyo Salón se sitúa en el Casino.












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