Francisco (Paco) Seco de Lucena, abogado y periodista
Los SECO DE LUCENA (2) publicado en Jornadas de novelas históricas en Granada
http://jornadasdenovelahistoricaengranada.blogspot.com.es/2015/11/los-seco-de-lucena-2.html
Francisco (Paco) Seco de
Lucena nació en Puerto Real, provincia de Cádiz, a finales del año 1869. Cuando
cumplió 7 años la familia entera, formada por los tres hermanos Luis, Paco,
Ángeles y la madre, Doña Manuela (viuda de Manuel Seco Escalada), se trasladó a
Granada. Francisco, por entonces Paquito, por las mañanas, al regazo de su
madre, maestra, aprenderá los conocimientos necesarios que le llevarán a
ingresar en el único instituto con que contaba Granada en esta época.
En cambio sus tardes eran bien
distintas, se reunía con Luis, 13 años mayor que él, en la redacción del periódico El Universal del que era
director. Nos cuenta Francisco Gil Craviotto que entre los numerosos artículos
de despedida publicados a Paco el día de su muerte destacan las palabras del
periodista Juan Pedro Mesa de León “¡Cuantas veces lo tuve sentado sobre mis
rodillas en aquella inolvidable redacción de la calle Navas!”, dejándonos
entrever con total claridad dónde y cómo a Paco, le acabaría picando a él
también el gusanillo del periodismo. Sin embargo, si estos fueron sus primeros
pasos, no cabe la menor duda de que fue en el periódico El Defensor de Granada
donde Paco se embebería de la mismísima esencia del periodismo que le inculcaría
Luis, su fundador. Y es que pronto iba a
nacer un nuevo “concepto” del periodista que encabezaría Luis acompañado de su
joven hermano, al acudir en persona al lugar exacto donde ocurría el
acontecimiento, como ocurrió con los damnificados del terremoto que asoló
numerosos pueblos de la provincia: subidos en lo alto de un burro llevaron a
cuestas alimentos, medicinas y ropa de abrigo: había nacido el reportero. Aquella
faceta de moderno periodista, que a pesar de las largas y penosas condiciones de
aquella época para realizar viajes, dada las escasas infraestructuras, se
traslada al lugar de los hechos, iba a ser clave para Paco.
Pero la mente de Paco
alberga otras preocupaciones, como nos lo cuenta su amigo M. Martínez
Barrionuevo al describir a un joven “con cerebro chispeante reventando de
savia”, y al acabar sus estudios de enseñanza segundaria se matricula en la
universidad de Granada con la firme
intención de dedicarse a la abogacía.
Destaca la facilidad con la
que va a llevar a cabo ese nuevo reto en armonía con su labor periodística y de
cómo poco a poco se va a ir introduciendo en la redacción de El Defensor sin
dejar de desarrollar su carrera de abogado. Se le asigna la crónica taurina del
periódico, tarea que llevará a cabo asistiendo en primera línea a cuantas
novilladas y corridas fueran necesarias, ofreciendo al lector los momentos más emocionantes y alabando el nacimiento de nuevos talentos.
Más adelante, habiendo
demostrado su talento y cumpliendo con sus obligaciones estudiantiles, es nombrado
redactor corresponsal ofreciéndole las facilidades que necesitaba para poder
compaginar ambas ocupaciones. En efecto, siguiendo la misma dinámica que ha
llevado hasta ahora, se desplaza hasta el lugar de los acontecimientos, pero
esta vez con el firme propósito de relatar los juicios más sonados del
momento. Y ello hasta 1897 año en el que
acabará su licenciatura y pasará a ejercer como abogado criminólogo, obligándole
a dejar de lado este tipo de artículos.
Su talento como orador le
llevará a representar a la prensa granadina en un meeting organizado a favor de
la abolición del impuesto sobre el consumo en el que destacan sus palabras: “es
un impuesto injusto por su desigualdad, por ser la contribución de la miseria
al ser un impuesto que pesa sobre los artículos de primera necesidad”.
O durante una conferencia
titulada, “Arte y Ornato” leída en el liceo en la que explica que las obras
artísticas “reflejan de manera clara el
modo de ser presente y pasado” de los pueblos que las producen aludiendo a los
cambios estéticos que acaecen en Granada (embovedado del Darro a su paso por la
acera del casino). También avisa sobre las graves consecuencias de “vaciar los edificios del centro urbano de
sus habitantes, levantando en las zonas periféricas nuevas construcciones y
apartándolos del núcleo de vida que es el centro de la capital” (Gran Vía).
Y finalmente perfila su
discurso hallando soluciones como las que presenta en su sonada conferencia
sobre el tema del regionalismo en la Cámara de Comercio. Las bases de su pensamiento
regionalista radican en el paralelismo entre regionalismo y la lucha por el
patrimonio. Está convencido de que cada pueblo, cada región debe guardar su
identidad y que, componiendo “una fuerza política representativa de estos
intereses” se generaría, grandes beneficios en vez de dejar que sea Madrid quien
maneje y tome las decisiones. Opinión que comparte con su hermano, como lo
relata el diario catalán Renaixensa en el que se describe una agradable tertulia
de su colaborador en el Salón de El Defensor, donde se inició una conversación
en torno a “un movimiento particular por Andalucía formando una región del sur
este de España”.
Pero aquel don de elocuencia
no iba a ser el único de Paco, pues sabe perfectamente plasmar en el papel cada
palabra que sale de su boca. Por ello no nos debe extrañar ver nacer
una entrañable amistad entre Ángel Ganivet y Paco, a pesar de tener entre
ellos una diferencia de 5 años de edad (siendo Paco el menor), que congeniaron de manera casi inmediata en sus
primeras clases en el instituto, todo ello basado en una admiración mutua. Su sensibilidad literaria no
sólo se encontraría a sus anchas entre las amistades de su hermano mayor, sino
que él mismo llegaría a formar parte del grupo de los selectos literatos y
artistas que reunía la Granada de fin de siglo.
Colabora con el erudito
granadino Valladar en su revista “La Alhambra” escribiendo artículos literarios
como “El Zambombero ambulante”, “el asalto de los Guajares”, o sobre costumbres
granadinas: “El día de San Antón”. Y no olvidemos recalcar la presencia de su
pluma en El Defensor bajo su nuevo seudónimo Don Pascual, con el que firmaría
críticas teatrales a las que finalmente seguirían numerosos artículos de misma
índole que los que iba publicando en La Alhambra.
Paco fue adquiriendo tal
notoriedad que ocupó al igual que Luis, un sitio relevante en la sociedad
granadina. Será nombrado socio honorario de El liceo, socio corresponsal de la
Real Sociedad cordobesa de los Amigos del País, y, de la Sociedad de El Fomento
de las artes.
Gran amigo de sus amigos se
lanza en la escritura de dos prólogos:
El primero, el que le confía Afán de Ribera para su libro “entre
Beiro y Dauro” en el que cuenta como el
autor ha conseguido mantener un núcleo de literatos a su alrededor a modo de la
antigua cuerda granadina en la que tuvo parte formando “un refugio de la musa
granadina” que se quedó huérfana al irse los componentes de su cuerda a buscar
el éxito a Madrid. Paco explica de forma admirable como Afán de Ribera se
mantuvo fiel a Granada careciendo de ambición madrileña en “esta Granada tan
original y poética, que va desapareciendo empujada por las brutales exigencias
de lo que hemos dado en llamar progreso, de esta granada que habría de quedar
entre las sombras del tiempo para los granadinos del porvenir, sin la
meritísima labor de nuestro insigne y genial poeta”.
El segundo, a título póstumo, de “El escultor de su alma” de
Ángel Ganivet, será desgraciadamente el último trabajo de Paco. Nos cuenta como
en las cortas estancias veraniegas de Ángel, puesto que ya no vivía en Granada,
se organizaban tertulias en el Centro Artístico o en el Salón de El Defensor en cuyos encuentros los entonces amigos que formaban
la Cofradía del Avellano se nutrían de sus palabras como agua de mayo. Nos
envuelve en ese ambiente y nos hace entender el desarrollo filosófico del
pensamiento de Ganivet hasta situar al hombre dentro de su obra. Realiza un
estudio profundo hilando su vida a su obra y de cómo a través de su estancia en
el extranjero analiza con claridad, la situación de España y concretamente de
Granada dentro de la nación. Concluye con estas palabras “estudió para su
patria y para el honor de su patria como obrero incansable”.
Con toda probabilidad a Paco
le anima las palabras que le escribe su amigo Ángel Ganivet en una de las
cartas que publico Luis Seco de Lucena Paredes en su trabajo titulado Juicio de
Ángel Ganivet sobre su obra literaria en la que dice “Paco tu sabes que yo no
te aconsejo que seas abogado, porque me gustaría que te dedicaras a cosas más
altas”. Tal y como lo demuestra su
última faceta que no llegó a desarrollar, sorprendiéndole la muerte, vistiendo
una espantosa enfermedad que lo mataría después de una penosa agonía, la de
político. En el artículo en el que juzga el prólogo del libro titulado El
Instituto del trabajo, escrito por José Canalejas, se dibuja la lenta
maduración de su pensamiento político, del que destacan estas palabras: “el
ansia vehementísima de mejoramiento de los obreros”, y este análisis: por una
parte las reivindicaciones del proletariado (separada en dos troncos:
socialismo y anarquismo) y por otra parte, el campo de las ideas (intervencionismo
y abstencionismo laisser faire laisser passer).
Desgraciadamente en octubre
de 1904, Paco nos deja a la edad de 34
años. Luis se queda sin su hermano pequeño y sin la voz de su periódico. Dijo
Paco hablando de su amigo Ángel Ganivet: “Surgió en nuestra capital una especie
de renacimiento que murió en flor”, palabras que encuentran reflejo también en
él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario